Por: WXM ONE RADIO – Periodismo de Verdad

El pueblo dominicano está jarto. Harto de la demagogia, de los mismos cuentos reciclados, de la doble moral y de la manipulación sistemática de la opinión pública. En medio de una crisis que golpea a los más pobres, aparece TeleMicro con una “encuesta” asegurando que el 51.8% de los ciudadanos aprueban la gestión del presidente Luis Abinader. ¿Cómo se atreven?


¿Acaso ese 51.8% vive en una República Dominicana alterna donde no hay apagones, donde el pollo no cuesta más de 100 pesos, donde no matan diario a una persona por un celular, donde no hay mujeres pariendo en sillas plásticas, donde los medicamentos no están por las nubes y donde la juventud no tiene que emigrar por falta de futuro?


Esta supuesta encuesta —publicada casualmente por un medio que históricamente ha estado al servicio del poder— parece más una operación mediática diseñada para lavar la cara del gobierno, que un estudio real con metodología seria. Nadie en su sano juicio cree que este pueblo, que se levanta cada día con menos esperanza, está “contento” con la gestión del hombre que más ha prometido y menos ha cumplido: Luis Abinader.


La lista de males:


Crisis eléctrica: los apagones están a la orden del día, pero se siguen justificando con excusas.


Inflación galopante: los alimentos suben cada semana, y el salario sigue estancado.


Sistema de salud abandonado: falta de insumos, negligencia médica, centros colapsados.


Inseguridad desbordada: cada día más muertos, más asaltos, más miedo.


Desempleo estructural: las oportunidades reales solo existen para los mismos círculos del poder.


Corrupción impune: los escándalos de sobrevaluaciones, licitaciones amañadas y favoritismos no cesan.


Represión y silencio: se persiguen voces críticas y se premian los bocinas que callan o mienten.


Mentiras del presidente: cada comparecencia pública de Luis Abinader está cargada de cifras maquilladas, promesas sin fecha, y frases que solo buscan titulares, no soluciones.



El problema no es solo el gobierno.


Es también esa parte de los medios que, con una falsa neutralidad, prestan su plataforma para difundir contenidos maquillados, encuestas infladas y propaganda oficialista disfrazada de “periodismo”. No acusamos, pero sí cuestionamos con firmeza: ¿Quién financia esos sondeos? ¿Qué intereses están detrás de ese titular tan conveniente en un momento tan delicado?


Ya basta. No somos tontos. No nos vamos a quedar callados mientras se intenta construir una narrativa falsa de país estable y exitoso cuando la realidad es que nos estamos cayendo a pedazos.


Este pueblo se está despertando. Y no hay encuesta amañada, ni canal alquilado, ni bocina tarifada que pueda frenar el hartazgo social. La indignación crece, y tarde o temprano, se va a desbordar.